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sábado, 5 de julio de 2014
EL AIRE SEGURO QUE ME VE
ÉL. - Sin duda en el oro. El oro es todo, y lo demás, sin oro, no es nada. Por eso, en vez de llenarle la cabeza con hermosas máximas, que tendría que olvidar, bajo pena de no ser más que un miserable, cuando poseo un luis, lo que no me sucede con frecuencia, me planto delante de él, lo saco de mi bolsillo y se lo enseño con admiración; levanto los ojos al cielo y lo beso. Para hacerle comprender, mejor aun, la importancia de la pieza sagrada, tartamudeo, y le indico con el dedo todo cuanto se puede adquirir: un bonito estuche, una bonita gorra, un sabroso bizcocho. En seguida vuelvo a guardar el luis, me paseo con altivez, levanto el faldón de mi vestido y golpeo con la mano mi faltriquera. Es así como le hago comprender que es del luis, que está ahí, de donde nace el aire seguro que me ve.
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