"Oigo una especie de chirrido. Pienso primero en un insecto, pero inspeccionando bien la habitación advierto que es imposible que haya alguno en ninguna parte, pues el techo y el tragaluz son de un blanco de leche. El chirrido prosigue, como suspendido en los aires. Aguzando el oído, tengo la impresión de que se trata de una voz femenina que anda a mi alrededor y desaparece cuando dejo mi libro. Lo vuelvo a coger y oigo de nuevo esta voz en mi oído. Creyendo tener zumbidos, me levanto resueltamente y abro la ventana.
Delante del edificio se extiende una superficie engravada, bañada por el sol. Es mediodía, ni el menor rastro humano; tal vez este sonido proviene de mí mismo. Es un ritmo difícil de seguir, con unas palabras indistintas, pero a pesar de todo se me antoja familiar, se asemeja un poco a los cantos fúnebres de las campesinas de las regiones montañosas.
Decido salir a echar un vistazo. Más abajo del edificio discurre un arroyuelo impetuoso, de azules aguas iluminadas por el sol. Alrededor, las cumbres montañosas, aunque no están cubiertas de bosques, tienen pese a todo un manto vegetal abundante. Al final de la pendiente, una pista de tierra se dirige hacia un pequeño pueblo situado a uno o dos lis de distancia. A la izquierda, al pie de las cimas verdeantes, se encuentra la escuela. Ni un alumno en el terreno de deportes, tal vez estén todos en clase. De todos modos, los maestros de este pueblo de montaña no pueden enseñar a sus alumnos cantos fúnebres. Por otra parte, reina aquí una calma perfecta. No se oye más que el rugir del viento en la montaña y el murmullo del arroyuelo. En su orilla se encuentra un refugio de trabajo, pero no veo a nadie en el exterior. El canto se apaga insensiblemente.
Vuelvo a mi habitación y me instalo en la mesa de trabajo, cerca de la ventana, para volver a copiar mis documentos sobre las canciones folclóricas, pero en ese instante oigo reanudarse el sonido como si, tras el dolor, expresase ahora una tristeza apaciguada, pero incontenible, que se expandiera lentamente. Comienzo a encontrar esto en verdad extraño y quisiera saber a qué atenerme: ¿hay alguien realmente cantando o bien soy yo el que desvarío? Cuando alzo la cabeza, el sonido viene de detrás de mi nuca, y cuando me vuelvo se queda como suspendido en el aire, tan claro como un hilo de telaraña. Sin embargo, un hilo de telaraña que flota al viento tiene una forma; él no tiene ninguna, es inasible."
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