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martes, 22 de abril de 2014

LA ATRACCIÓN DEL ABISMO

El gusto de Matilde por el condenado a muerte como una figura diferente a lo que aplaude la normalidad me ha llevado a reflexionar sobre esa belleza del héroe romántico que niega al mundo establecido y se impone como un dios o demonio a mostrar el vacío y el aburrimiento que se apoderan del tiempo actual.

"La atracción del abismo" de Rafael Argullol fue una de las lecturas que realice en la época donde disfrutaba mi afán consumista de conseguir lo que satisfacía a mis deseos. Es un libro ilustrado con imágenes románticas que van desde las ruinas, la soledad hasta lo trágico, lo místico, la rebeldía del héroe romántico.

La situación de estar colocado en una posición que significa no sentir las ilusiones que festejan la mayoría, puede ser un privilegio viendo esto en lo costoso que es eludir la novedad y vivir con una sencillez de anacoreta.

Supongo tener los días contados por una próxima ejecución o tener una enfermedad terminal como el cáncer donde se tiene la "Crónica de una muerte anunciada", puede emocionar a gente que desespera por la estúpida continuidad de una realidad que no trae nunca ni novedad ni ilusión sino que parece la repetición del castigo a Sísifo donde algunos tardan mucho en llevar la piedra a la cima porque son incapaces o porque están alienados, pero su desdicha es tremenda cuando al llegar a una cúspide su piedra empieza a caer a un nuevo punto de inicio. Vivir con la idea esquiva de que "mientras no sea yo el que sufre" sigamos con el show, parece indicarnos el orgullo de quien se mantiene enajenado sin saber hacia dónde va, pero que muy contento se levanta todos los días hacia conseguir lo que el funesto Destino decida. Mis decisiones han sido tomadas a partir de las "catástrofes" acontecidas a mi identidad, y acaso tengo ya el pleito ciego con el Destino porque me orilla a vivir situaciones que nunca había esperado. Me siento como aterrizando en la Luna sin entender qué diablos hago allí, pero mi vida se torna desértica y estéril hacia lo que estaba acostumbrado. Yo pensaba y así lo manifiesto seguir enlazando mi vida con referencias del pasado o con las novedades que acontecen día a día, pero de pronto me veo sumergido en que tendré que acostumbrarme a jugar con lo que he almacenado antes del padecer. Es como si hiciera el corte de caja y me quedó con lo acumulado, no habrá nada nuevo, así de fatídico parece el panorama, y mi respuesta será anclarme en mis pertenencias y combatir desde lo que el Destino me ha dejado en suerte. El carácter romántico de esta situación es como amputar la visión de integrar más de tu realidad porque se encuentra vedado para ti. Y aunque sienta la injusticia de no merecer la posibilidad de adentrarme hacia mucho que me interesa todavía, sé que debo reforzarme sobre lo que por fortuna puedo presumir. Y es que, como si tuvieran miedo de ti se han puesto los cerrojos sobre el tesoro que quizá pudiera conseguir. Sin más alcances que mis recuerdos y mis pertenencias me mantengo ya en una celda sin haber cometido delito. La prisión es real, no poder influir, no poder modificar, ya no se diga que es imposible guiarse por el placer estando inmovilizado, pero seguimos comentando este sentimiento de opresión. Y la mayoría sigue con su velo y esperanzas vacuas, pero no viven el aislamiento, sentirían terror de que se pudiera vivir así. La disposición del tiempo es distinta al verse la necesidad de emprender lo que se requiere para la sobrevivencia. Ya desde ahí parezco haberme encerrado en un matrimonio que siempre está ocupado en mejorar el hogar, y mi tiempo libre se ve disminuido a pesar de no haber formalizado un compromiso. Quizá puedo darme un descanso y no estar forzado hacia conseguir un éxito, pero era más sencillo estar acostumbrado a los pagos mensuales de un empleo a modo. Ahora, siento que sí he vivido muchas experiencias, y puedo decir que me siento contento de haber cruzado muchas fronteras antes del padecer, pero se reduce a que hoy estoy prisionero romántico de un terremoto que no me he buscado, sino que el Destino lo ha puesto como parte de mi acontecer. Reírme de mi suerte, no me ayuda, sino que remarca que a muy mi pesar me encuentro en el lugar y el tiempo equivocados, sólo espero al asesino como en un film de suspense como "Au Coeur du Mensonge". Y mi confianza no ayuda, tampoco sé si mis condiciones tendrán cambios en el futuro o me veo condenado a estar muerto en vida. ¡Qué bonita ironía!, de pronto admiraba a esos héroes románticos que han jugado su Destino en el juego de la vida, que ahora me encuentro en un aprieto donde lo romántico es que convivo con la Nada, trato de no enloquecer pensando en que no me he equivocado, y he sido hecho añicos por el Destino sin que yo tuviera posibilidad de equivocarme o mover las fichas del juego hacia un riesgo deseado. Si acaso hubiera pecado por haber cometido un robo excelente, haber alcanzado el amor de una Reina, o haberme vuelto un enemigo público por atreverme a manifestar lo que a los demás causa temor, seguramente aceptaría que en mi perfección de querer alcanzar el cielo con mi construida torre de Babel, he molestado a lo que maneja al Destino y he sido castigado. Sería un condenado a muerte en vida, por mi osadía y por creerme invulnerable, pero todo apunta a una cuestión genética o a un desajuste químico, por lo que mis hazañas se reducen al no haber podido madurar los logros debido a que llevaba premio sorpresa, estaría impedido a aprovechar la tecnología porque quizá mi atrevimiento crearía problemas o situaciones que disgustan al Destino. Pero, en efecto, me encuentro escribiendo lo que siento, y el poder de transmitirlo es posible todavía, creo que el cerco hacia mi aislamiento no es total, pero uno se siente ya conviviendo con cumplir con sus operaciones corporales básicas, sin que nadie se percate que sólo duermes, caminas y comes, y vuelves a empezar con ello día a día. Es una involución, no ser capaz de vencer a esta exasperante situación de tranquilidad y sin embargo, verse con ánimo de proseguir representando esta comedia. Pero me queda la posibilidad de la suerte, así como Dostoievski es salvado en el último instante de ser ejecutado por el pelotón de fusilamiento, así es mi esperanza, creo que algo pasará o tiene que pasar para poder transmitir mi vivencia en la Nada, a un mundo que parece un "Tigre de Papel" donde si no hay dinero no se puede gozar nada. Y lo más caótico, aún saliendo de la celda de anacoreta, encuentro que todo pierde su brillo y se vuelve como algo horripilante: "¿a poco me creía este estúpido juego?", "¿a poco tengo interés en volver a ponerme a jugar?" Cuando el esfuerzo que se exige requiere de golpes espectaculares de una suerte descomunal, me siento inclinado a que prefiero ir a la cantina "La Poblanita" como podía hacer antes y olvidarme de todo, excepto de platicar con el mesero apodado "El Chino", y tomarse unos tragos para olvidar lo que pudo ser si no tuviera en contra la suerte...

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