El “Hombre-Perro”: Raza, sexo, especies y linaje,
en Desgracia de Coetzee
(por D. Coleman)
En la más reciente novela de J.M. Coetzee, Tiempo de Verano, Sophie Denoel, uno de los personajes entrevistados para una biografía póstuma ficticia de Coetzee, comenta que el autor tomó “más que un resumen, más que una actitud antropológica” hacia la Sudáfrica negra. Ella continúa: “Él no tiene sentimiento para los sudafricanos negros. … Ellos serían sus conciudadanos pero ellos no eran sus compatriotas … en el reverso de su mente ellos continuaban para ser ellos tan opuestos a nosotros”. (1) La descripción de Sophie de la “actitud antropológica” del Coetzee ficcional recuerda la actitud de David Lurie en Desgracia cavilando sobre el vecino africano de su hija, Petrus. En una mano Petrus pretende ser el protector de Lucy, pero en la otra mano él parece haber sido cómplice en alguna manera en su violación, la masacre de sus perros y las quemaduras de Lurie. En la mejor lectura de Lurie, Petrus, como un granjero vecino, probablemente asistiría a Lucy en una crisis. En la peor lectura, Petrus se comprometió con los tres hombres para enseñar a su hija una lección. Pero todo esto es tan simple, Lurie concluye:
La verdad real, él sospecha, es alguna cosa más lejana –él proyecta alrededor para el mundo—que antropológica, algo que tomaría meses conseguir el fondo, meses de conversaciones pacientes, pausadas con docenas de personas, y los oficios de un intérprete.
Aquí, en un sumario estereotipado con humor de las metodologías de antropología, nosotros vemos la técnica narrativa de Coetzee en acción, una técnica aprendida de Flaubert: a saber, la habilidad para “entrar y dejar una conciencia del personaje con un mínimo de intromisión y expresar juicios sin pareciéndolos hacer”. Lurie, nuestro focalizador, es atrapado aquí en el modo característico, buscando por la palabra justa y, cuando él la ha encontrado, girando la palabra alrededor en su cabeza por la luz ésta brillaría en su incomprensión. En referencia a los africanos como Petrus antropológicamente—como el otro para ser investigado—Lurie se identifica él mismo firmemente con la cultura de Europa. Él explica a Petrus que su proposición para casar a Lucy no es la manera en que “nosotros” hacemos las cosas. El hábito de Lurie pensando predominantemente en términos de diferencia racial puede ser visto dentro del estereotipo grotesco con comicidad del colonialismo blanco que surge para preocuparse en el horror del ataque en la granja. Encerrado en el baño, incapaz de proteger a su hija, él reflexiona:
Él habla italiano, él habla francés, pero francés e italiano no lo salvarán aquí en el más oscuro África. Él está indefenso, una tía Sally, una figura de una caricatura, un misionero en sotana y topi esperando con las manos sujetas y los ojos mirando hacia arriba mientras los salvajes hablan sin parar en su propia jerga preparatoria para sumergirlo a él en su caldera hirviente.
Sin embargo, mientras la palabra cursiva antropológica y la caricatura cartoon del más oscuro África señala las limitaciones –el racismo— del punto de vista de Lurie él no se aparta de Petrus en incomprensión en blanco. En cambio él persiste en su diálogo, intento en encontrar una respuesta: “él no le permitirá irse del tema… él continúa fastidiando a Petrus”.
Este ensayo traza una tensión en el personaje de Lurie entre dos versiones de darwinismo. La primera versión, envuelto en el desinteresado pose de científico, investigación antropológica, pronto revela que esto ve lucha y competición en lo racial también como en lo sexual y términos generacionales. La segunda versión mueve fuera de la lucha para enfocar sobre la continuidad de la vida cruzando especies, promoviendo una visión similar a esa del trabajo seminal de Charles Darwin “La Expresión de las Emociones en el Hombre y los Animales” (1872). En este flujo Darwin traza un flujo de simpatía entre humanos y animales, un vínculo de sentimiento de compañerismo manifiesta en la expresión de la emoción casi humana en los animales. Este vínculo emocional es presentado como crucial a la historia evolutiva y el progreso futuro de la sociedad humana. Una expresión de emoción analizada por Darwin es de unos perros lamiendo las manos y cara de su ama, un acto de amor el cual, él especula, “probablemente originó en las hembras cuidadosamente lamiendo a sus cachorros –el más querido objeto de su amor— por el bien de limpiándolos”. Él entonces describe de una terrier hembra que, habiendo tenido sus cachorros destruidos, trató de “satisfacer su amor maternal instintivo dedicando esto sobre mí: y su deseo a lamer mis manos elevó a una insaciable pasión”. En Desgracia el movimiento de Lurie de repugnancia a una aceptación del lamer de los perros señala que su tentativa se aproxima a esta segunda visión de darwinismo. En el final él consiente en el lamer de “sus mejillas, sus labios, sus orejas”, una señal que él reconoce y acepta como una vida emocional compartida con animales. En el movimiento de la primera a la segunda visión de darwinismo, Lurie no solo se despoja de su punto de vista antropológico sino también de su antropocéntrico.
El interés de la novela en lo “antropológico” puede ser visto en su análisis de la categoría de lo humano, incluyendo los bloques edificadores de la cultura humana, tanto como el concepto de la familia, la relación de sangre, parentesco y clase (ella es “justo tu tipo” la ex esposa de Lurie Rosalinda dice de la joven estudiante Melanie Isaacs, mientras que el novio previene a Lurie para que no regrese y “Permanece con tu propia clase”. Este interés en tipo o clase va junto con inclinadas referencias a la evolución, eugenesia, mezcla de sangres y perfectibilidad, hasta actos innaturales y tabúes, parecidos y monstruos, fronteras animal/humano, la preservación de las especies y la conciencia de especies específicas. Y de acuerdo existe el interés antropológico en qué es diseñado irónicamente en el mero primer enunciado de la novela como “el problema del sexo”: “Para un hombre de su edad, cincuenta y dos, divorciado, él, en su mente, ha resuelto el problema del sexo más que bien”.
La exploración “antropológica” de temas como raza, sexo y linaje pueden ser vistos en su mayoría claramente en el enfoque de la novela en la lucha intraespecies –la competición entre individuos de las mismas especies para ver cuál sobrevivirá y se reproducirá. En Desgracia esta lucha es interracial, intersexual e intergeneracional: negro contra blanco, hombres contra mujeres, padres contra crías. Además, en el mundo ficcional de Coetzee, el cambio social rápido en Sudáfrica implica una lucha intensificada por la existencia para todas las especies. Todos los animales, humanos y no humanos, son empujados duro para mantener su equilibrio en este nuevo ambiente. Animales no humanos “vienen de un no-lugar” en las prioridades de la nación, de acuerdo a Lucy; la Liga de Bienestar Animal en Grahamstown es despojada de fondos y era provista de personal enteramente por voluntarios. Con el desmantelamiento del apartheid, y Asuntos de Tierra reestableciendo africanos sobre sus tierras con la asistencia de subvenciones, granjeros como Lucy y su vecino alemán Ettinger se encuentran ellos mismos viviendo en un mundo más presionado, populoso y peligroso. Ellos tienen tres opciones: adaptación a la nueva administración, migración o extinción. Adaptación es el concepto clave aquí. En orden para sobrevivir sobre su tierra Lucy debe ser abierta al cambio, una fortaleza atribuida a ella por su amiga Bev, quien cree que ella es “adaptable” simplemente por virtud de ser mujer. Lurie no está de acuerdo con Bev, sombríamente concluyendo que si su hija no migra, ella “no puede durar: dejarla sola y en su debido momento ella caerá como fruto podrido. La visión de Lurie sobre Lucy es coloreada por su propia inflexibilidad, especialmente prominente en el comienzo de la novela, donde él concede que su temperamento une su cráneo como una de las “dos partes más duras del cuerpo”: está arreglado, puesto (2). En comparación con su padre, Lucy es adaptable, pero los términos en la cual ella debe negociar en orden para sobrevivir forman el corazón controversial y problemático de Desgracia.
Como un profesor de Literatura, Lurie atrae sobre un amplio rango de alusiones, armándose de Shakespeare para impulsar su seducción de Melanie Isaacs y de Flaubert para ironizar sus añoranzas románticas y sexuales. Es romanticismo, pero, esa es la especialización literaria de Lurie, tanto que hay un mosaico de alusiones a los poetas románticos canónicos. Es adecuado que Lurie debería ser un erudito romántico porque era en este período que la relación entre humanos y otras especies llega a ser tópico, y aún urgente. (3) Un intertexto romántico clave de Desgracia que no ha estado citado por críticos es el Ensayo de Thomas Malthus sobre el Principio de la Población (1798), un sombrío libro que, con su enfoque sobre el fantasma de recursos insuficientes para una población incrementándose, jugó un rol clave en el desarrollo de Sobre el Origen de las Especies por Medios de Selección Natural (1859) de Darwin. Descrito por Malthus mismo como un trabajo de “color melancolía” y “tintes oscuros”, el Ensayo se opone a esos, como William Godwin y el Marqués de Condorcet, quienes arguyeron para el futuro la perfectibilidad del hombre y de la sociedad. El “problema del sexo” invocado en la primera línea de la novela de Coetzee miente en el corazón del desacuerdo de Malthus con los Utopistas, pero el “problema del sexo” es algo la primera de dos citas directas en Desgracia que provienen de la gran novela de Thomas Hardy acerca de la sexualidad humana, Jude El Oscuro (1895), un trabajo profundamente coloreado por el Ensayo de Malthus. En su prefacio a la novela Hardy define el “problema del sexo” como la “guerra mortal hecha entre la carne y el espíritu”. (4) La segunda cita de Hardy ocurre cuando Lurie inicia a trabajar con Bev, sacrificando a los perros. Él reflexiona: “Los perros son traídos a la clínica porque ellos son indeseados: porque nosotros somos tantos”. Las palabras en cursiva invocan la nota del suicidio (“Hecho porque nosotros somos tantos” dejado atrás porque el Pequeño Padre Tiempo después de que él ha asesinado a sus dos medios hermanos, un incidente grotesco en un universo ficcional dominado por la tragedia del instinto sexual. La oscura novela de Hardy, junto con el Ensayo de Malthus, son poderosas, si anónimas, presencias en la novela de Coetzee acerca del África post-apartheid, con las palabras muchas veces repetidas.
Con Lucy preñada por sus violadores y moviendo cercana a su recién empoderado vecino Petrus, Lurie confiesa a Bev Shaw que él no está llevándose bien con su hija. El problema, desde el punto de vista de Lurie, miente con “la gente entre la que ella vive,” especialmente (como Bev intuye) con el más joven violador Pollux, “quien se ha instalado con Petrus”. Convocando el fantasma malthusiano atrás del “tantos” del Padre Tiempo, Lurie explica a Bev:
“Cuando yo estoy añadido, nosotros llegamos a ser tantos. Tantos en tan pequeño espacio. Como arañas en una botella.”
Una imagen viene a él del Infierno: el grandioso pantano Estigia, con las almas hirviendo adentro de ella como hongos … Las almas abruman con la ira, atormentando en cada otra.
Como era el caso con Malthus, la ansiedad de Lurie no es tanta alrededor de la presión de cuerpos actuales como la presión de tanta gente de la clase equivocada –tantas conciencias africanas que él simplemente no puede descifrar desde un punto de vista antropológico. Él está iniciando a sentir como él está siendo empujado fuera por Lucy en favor de Petrus, quien adquiere el apodo “Paternal Petrus”, los blancos como un grupo desean al final no tener lugar en el nuevo Sudáfrica. Como un hombre blanco históricamente condicionado por la aritmética política paranoide del apartheid, Lurie es sujeto a miedos de empantanamiento racial por un “elevando la marea del color” (Dubow, “La Elaboración de la Ideología Segregacionista”). Petrus ya tiene una familia establecida con su primera esposa, su segunda esposa está preñada, y él planea tomar a Lucy como tercera esposa, ambos por su seguridad y porque ella está soportando al niño de su “gente.” Con sus Asuntos de Tierra conceden la obtención de “una hectárea y un pedazo,” Petrus desea (Lucy predice) obtener otra subvención en orden para edificar una nueva casa, permitiéndole mover fuera del establo en el cual él principalmente vive. Lurie es sospechoso:
Petrus no estará contento para arar su hectárea y una mitad. Lucy puede haber durado más tiempo que sus amigos hippies, gitanos, pero para Petrus Lucy es todavía alimento para pollos: una amateur, una entusiasta de la vida granjera más que una granjera. Petrus le gustaría apoderarse de la tierra de Lucy. Entonces a él le gustaría la tierra de Ettinger también, o suficiente de esto correr un rebaño sobre.
Hacia el fin de la novela Lurie imagina el nuevo edificio de Petrus en la eminencia “proyectará una larga sombra” sobre la vieja casa de Lucy en las mañanas, una sombra simbólica del pasado violento del país y de la retribución que ha iniciado y es segura para continuar. De este modo, mientras la visión oscura de Malthus era de “una sociedad dividida hacia una clase de propietarios y una clase de trabajadores”, con la segunda manejada por la carencia y la miseria a “saqueo y matar”. El fantasma de Lurie es uno racial envolviendo competición entre blancos y negros por la tierra y por las mujeres. Ambos tierra y mujeres son cruciales para la victoria, y Petrus absorberá ambas, es sugerido por el juego de palabras sobre arado.
El fantasma de una lucha para sobrevivir entre razas es algo para ser encontrado en Frankenstein (1818) la novela de Mary Shelley, otro importante intertexto para Desgracia. Frankenstein mata la compañera mujer que él está haciendo para su monstruo porque él teme una guerra interespecies entre su propia clase (humanos) y la “raza de demonios” que su monstruo propagará. Una lectura racial de la novela de Shelley rápidamente ganó adeptos en el siglo XIX, iniciada por el discurso de George Canning antes la Casa de los Comunes en 1824 aconsejando precaución en mejorando las condiciones para esclavos africanos en las Indias Occidentales:
Tratando con el negro … nosotros debemos recordar que estamos tratando con un ser poseyendo la forma y la fuerza de un hombre, pero el intelecto solo de un niño. Voltear a él para liberar en la virilidad de su fortaleza física la madurez de sus pasiones físicas, más que en la infancia de su razón no instruida, sería levantar una criatura pareciendo la ficción espléndida de una reciente novela.
La descripción de Canning del esclavo negro es importante para el entendimiento de la caracterización de Lurie del violador Pollux, un joven hombre que parece ser un niño pero no lo es. Para Lurie, Pollux es un “niño violento en el cuerpo de un hombre joven … como un chacal olfateando alrededor.” A Lucy él le dice: “En los viejos días nosotros tuvimos una palabra para gente como él. Deficiente. Mentalmente deficiente. Moralmente deficiente.” Nociones racistas que africanos adultos son arrestados desarrolladamente –ya que ellos son niños—tienen una larga historia en discurso pro-esclavista, y ellos surgen dominantemente en la ideología apartheid. (6) Mientras Lurie revela a él mismo como cautivo a estas maneras de ver, Lucy resueltamente las rechaza, arguyendo en vez de que Pollux es un “niño agitado.” Rebatiendo las maneras de ver de su padre, Lucy “lo encara directamente, torciendo la vista hacia la luz del sol,” y la conversación termina con su padre empacando sus maletas. La posición de Lucy aquí es consistente con su más temprano rechazo del enfoque exclusivo de su padre sobre raza y economía como la razón para su violación. Donde Lurie ve su situación difícil como una de “esclavitud”, ella prefiere los términos sexualizados “Sujeción. Subyugación”. Además, girando la discusión de qué pasó a ella fuera de la raza a “hombres y sexo,” ella implica a su padre en la violación:
“Quizá, para los hombres, odiando a la mujer hace el sexo más excitante. Tú eres un hombre, tú tienes que saberlo. Cuando tú tienes sexo con alguien extraño –cuando tú la atrapas, la sostienes abajo, la mantienes bajo ti, pones todo tu peso sobre ella—¿no es esto como un fragmento de matar? Empujando el cuchillo dentro; saliendo más tarde, dejando el cuerpo atrás cubierto en sangre --¿no se siente esto como asesinato, como escapándose con asesinato?”
Tú eres un hombre, tú tienes que saberlo: ¿una habla al padre de una como eso? ¿Están ella y él en el mismo lado?
El concepto de Lurie de un conflicto entre diferentes lados está racialmente declinado: simbólicamente, la violación señala para él una transferencia de supremacía de un lado al otro. Su “lazo” y el “lazo” de Lucy es el lazo de sangre entre padre e hija, y racialmente ese lazo es de blancos. En shock, afrontado al abismo que aparece al aperturar en esta conversación, Lurie sin embargo concede pronto que la intuición de su hija ha estado correcta después de todo: “él comprende; él puede, si él se concentra, si él se pierde a sí mismo, estar allí, ser los hombres, habitarlos, llenar a ellos con el fantasma de él mismo”. Como la palabra fantasma sugiere, empero, hay límites a la habilidad de Lurie para pensar por él mismo dirigido hacia la mente de los violadores, por el acto de imaginación comprensiva no se puede ser abstracto sino encarnado. (8) Estas limitaciones más tarde conducen a su encasillamiento de Pollux como el esclavo negro y monstruo combinado del discurso hito de Canning.
La tensión en Lurie entre abstracción y encarnar pueden ser alineadas con la tensión entre las dos versiones de darwinismo bosquejadas anteriormente. En el inicio de la novela, en su relación con la prostituta Soraya, nosotros vemos la tendencia de Lurie a la abstracción; como la copulación de víboras, su hacer el amor es “duradero, absorbido, más que abstracto, más que seco, aún en lo más caliente” (3) Más tarde, cuando él toca a Soraya en casa, él está sorprendido por las estridencias de ella; en autodefensa su respuesta es abstractamente intelectual, mentalmente corrigiendo la gramática de ella. Solo cuando él refleja corporalmente, en términos animales, él ve su acción en una nueva luz: “Pero entonces, qué debería esperar un predador cuando él se entromete en el nido de la zorra, dirigido hacia la casa de sus cachorros?” Tensiones similares pueden ser vistas en sus visiones del ser padre. Temprano en la novela él admite a Lucy que él “no puede ayudar sintiendo eso, por comparación con ser una madre, ser un padre es más que un empresa abstracta. Esto es confirmado por su falla para entender por qué Lucy rechaza la opción de un aborto. Lucy toma la incomprensión de su padre con instinto maternal: “Soy una mujer, David. ¿piensas que odio a los niños? ¿Debería yo escoger en contra del niño por saber quién es su padre? Gradualmente Lurie conejea a términos con el niño no nacido, imaginando a él mismo como a un abuelo que, tomando lecciones de Víctor Hugo, el “poeta de la Tercera Edad”, eventualmente cultivará “las virtudes de lo viejo: ecuanimidad, bondad, paciencia”. Otra vez, porque el precio de la decisión de Lucy para intercambiar lealtad de él parece tan alto, Lurie falla en primera para entender el mecanismo adaptativo mudando su hija más cerca bajo el ala protectora del padre Petrus. En el fin de la novela, empero, Lurie ha iniciado a entender en más concretos términos cómo está en el autointerés de Lucy unirse al grupo dominante. En todas estas instancias nosotros vemos a Lurie mudando de la abstracción al encarnar –desde una perspectiva egoísta que ve solo lucha y competición a uno que se renuncia a esta visión de mundo para ir a un nuevo valoración de alteridad.
Mary Shelley supo del trabajo de Malthus bien, no al menos porque él estuviera comprometido en un mero intercambio público con su padre William Godwin, de quien la teoría de la perfectibilidad él cuestionó. Hay una dialéctica romántica en la novela de Coetzee entre un principio de población malthusiano y un manejo godwiniano de las especies para perfeccionarse a sí mismas, una tensión atrapada mudablemente por el “tantos” perros y la “solución” perfecta a su población en su exterminio. Esa Desgracia que es en lo que se refiere a las especies, y al rol que el Malthusianismo juega en el evolucionismo darwinista, puede ser vista en la comedia de la creencia de Lurie sobre que su juicio en la Universidad Técnica de El Cabo estaba por desarrollar
actos no naturales: para transmisión semilla vieja, semilla cansada, semilla que no acelera, contra-natura. Si los hombres viejos acaparan a las mujeres jóvenes, qué será el futuro de las especies … La mitad de la Literatura es acerca de eso: mujeres jóvenes luchando por escapar de debajo del peso de hombres viejos, por el bien de las especies.
Sin embargo, impenitente, incorregible, Lurie continúa persiguiendo a Melanie, asistiendo a la obra en la cual ella está participando. Cuando prevenido fuera por el novio de Melanie acerca de permanecer con su “propia clase”. Lurie rechaza la idea rotundamente con una cita declarativa en latín clásico que aparece para celebrar el manejo sexual como una fuerza impulsando a los más extranjeros hacia los brazos de otro: “Omnis gens qnaecumque se in se perficere vult (Todas las razas que sean desean perfeccionar lo mismo en lo mismo). La semilla de la generación, manejada para perfeccionar en sí misma, conduciendo profundo hacia el cuerpo de la mujer, conduciendo para traer el futuro hacia ser. Conducir, conducido.”
Tanto perfectibilismo biológico es precisamente lo que Malthus opusó en contemporáneos como Godwin quienes eran lo suficientemente optimistas para creer en la inevitabilidad del progreso individual y social. Para Malthus, el exceso de población era el obstáculo jefe yaciendo en la forma de toda perfectibilidad. Curiosamente, la traducción de la novela de este enunciado en latín es muy floja, no mucho más que una glosa. Literalmente el enunciado en latín se lee: “Toda raza (o nación) desea a sí misma traer a perfección en sí misma”, o “todas las razas desean alcanzar el concepto ideal que tienen de sí mismas”. En el contexto del apartheid, esta traducción literal tiene un lindero siniestro a esto, “sugestivo de la ideología del “desarrollo separado”—que es, todas las razas deberían tener la oportunidad para realizar su genio racial. Mas que cualquier creencia Lurie habría tenido dentro del momento solo ascendente de la evolución que es detenido una vez que él aprende del embarazo de Lucy. En vez de perfectibilidad, el niño de la violación de Lucy –su familiar- representa una forma monstruosa y mezclada (racialmente en mestizaje):
La violación de tres. Tres padres en uno … Ellos no estaban violando, ellos estaban apareando. Esto no era el principio del placer lo que corrió el espectáculo más que los testículos, sacos, sobresaliendo con semilla doliendo para perfeccionar en sí mismos. Y ahora, ¡y quién lo iba a decir, el niño! … ¿qué clase de niño puede sembrar como esos que dieron vida a?
En una parodia de la Santa Trinidad, la violación de los tres demuestra el significado de la supervivencia del más apto. Ellos muestran que Lurie que en términos competitivos, evolucionarios, la semilla negra prevalece sobre la blanca, la juventud prevalece sobre la madurez.
En sus amargas reflexiones sobre el embarazo de su hija; Lury oscila entre la cólera y la autopiedad. Él está enfurecido que a través de la violación –“el dios del caos y de la mezcla”—una mala hierba “ha sido permitida para enredar sus raíces con Lucy y la existencia de Lucy”. ¿Pero cuál mala hierba? Mientras el simple Pollux tiene “una cara sin expresión plana y ojos de cerdo”, otro de los violadores es “guapo, notablemente guapo, con una alta frente, pómulos esculpidos, amplias, llameantes fosas nasales”. No hay selección natural de acuerdo a la belleza. Mientras Lurie aparece para pensar de Pollux como el padre del niño, allí puede no ser cierto, solo es aleatorio; la “supervivencia del más apto” no es en algún sentido garantizada. De la cólera Lurie mueve a la autopiedad que él debería haber engendrado solo una hija: “Un padre sin el sentido de tener un hijo: ¿es esto como está yendo todo al fin, es esto como su línea está yendo a agotarse, como el agua gotea hacia la tierra?” La extinción imaginada de su saga pone a Lurie en la misma categoría condenada como Ettinger, quien defiende su tierra pesadamente fortificada con escopetas y perros. Su único hijo ha regresado a Alemania, y es solo una cuestión de tiempo para que él muera o, como Lucy predice, finalice con una bala en su espalda. Lurie refleja: “En ese respecto Ettinger ha sido estúpido. Un buen campesino toma cuidado para tener montones de hijos”. Petrus, en la otra mano, muestra lo que es un “buen campesino” ya que mantiene su preferencia decidida por hijos sobre hijas.
No teniendo hijo es justo una expresión de incrementando la marginalización de Lurie. Una vez un profesor de humanidades tradicional, que enseña Literatura y Lenguas Modernas, él ha sido racionalizado y reestructurado por su universidad hacia un profesor de comunicaciones. Claramente él pertenece a especies amenazadas, considerado por su jefe de departamento como una “resaca del pasado”, un dinosauro moral, una reliquia en el sistema que escribe libros acerca de gente muerta. Además sus estudiantes no cuidan mucho acerca de poesía. Por ejemplo, los gustos de Melanie Isaacs son más contemporáneos y feministas, centrados sobre la escritura de mujeres: Adrienne Rich, Toni Morrison, Alice Walker. Ella y sus compañeros de clases no entran en calor con Wordsworth o alguno de los grandes poetas masculinos. Inevitablemente ellos extrañan todas las alusiones literarias. Los tres dioses del panteón épico de Lurie –la (no) Santa Trinidad de Byron, Lucifer y Caín—están promiscuamente revueltos hacia una mezcla caótica: “Cabezas torcidas, ellos anotan rápidamente sus palabras, Byron, Lucifer, Caín, resulta lo mismo a ellos”. Sus estudiantes son, Lurie refleja con pesar, “post- todaslascosas”: “Post-cristianos, posthistóricos, post-literarios”. Considerándolos como algunas nuevas especies alien, él añade, “ellos habrían sido incubados también de huevos ayer”. Con ningún legado cultural para transmitir a su generación de estudiantes, Lurie es como el raro y como las cícadas puestas en peligro su hija cultiva de la semilla. Él es un fósil viviente, un fin muerto evolucionario. Es solo en el curso de la novela, cuando él inicia a renunciar a su visión general de vida como una lucha para sobrevivir o reproducirse, que él puede liberarse a él mismo de la ansiedad individual acerca de la falla evolucionaria y reproductiva.