Aquí se detuvo, pasando sucesivamente de la actitud de un hombre que tuviese un violín y luchase con sus cuerdas a brazo partido, a la de un pobre diablo extenuado de fatiga a quien las fuerzas faltan y flaquean las piernas, a punto de expirar si no se le tira un pedazo de pan. Mostraba su extremada necesidad, apuntando con un dedo a la boca. Después añadió: "Esto se comprende. Me echaban el pedazo y nos lo disputábamos los tres o cuatro hambrientos que éramos nosotros... ¿Quién piensa en grande y hace cosas bellas en medio de semejante angustia?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario